domingo, 30 de junio de 2024

Traducciones: ESCRIBIR ANTROPOLOGÍA, por HELENA WULFF

El tema de la escritura ha sido objeto de muchas páginas en nuestra disciplina, aunque, por desgracia, casi siempre ha predominado un registro celebratorio, centrado en la escritura por la escritura misma. Pero la escritura es un componente central de nuestros procedimientos analíticos, además de ser todavía el principal recurso de que disponemos para llevar los conocimientos antropológicos más allá del gueto disciplinario. En ‘POTLACH – Antropología y política’ pensamos que estas dos cuestiones son fundamentales: por un lado, necesitamos reflexionar más y mejor sobre todos y cada uno de los aspectos de lo que hacemos cuando hacemos antropología; y, por el otro, necesitamos desarrollar una mayor eficacia para nuestros intentos de comunicar nuestros resultados y procedimientos a quienes no se dedican a la antropología social tanto más en un país como la Argentina, donde los antropólogos tenemos bastante poca presencia en los debates públicos. En plan de alentar esas reflexiones tan necesarias, traducimos y presentamos este texto sobre la escritura en antropología, bastante reciente, que fue publicado originalmente en TheOpen Encyclopedia of Anthropology (OEA).


Fotografía: F. A. B.

TRADUCCIONES

ESCRIBIR ANTROPOLOGÍA[1]

Helena Wulff

(Stockholm University)

Traducción: Fernando Alberto Balbi 
(ICA, FFyL-UBA / CONICET)



Resumen

La escritura es clave en antropología, como uno de sus principales modos de comunicación. La docencia, la investigación, las publicaciones y la divulgación se basan o consisten en la escritura. Este artículo analiza la evolución de los estilos de escritura antropológica a lo largo del tiempo en función de los cambios políticos de la disciplina. Comienza a finales del siglo XIX y muestra cómo los primeros escritos de la disciplina pretendían ser objetivos. Aunque la escritura literaria de la antropología se remonta a mucho tiempo atrás, no fue hasta la década de 1970 cuando la escritura empezó a ser reconocida colectivamente como un oficio que debía cultivarse en la disciplina. Esto condujo a un auge de la escritura etnográfica experimental a partir de la década de 1980, como parte del debate sobre "writing culture". La idea que subyacía tras las narraciones experimentales era que podían transmitir la vida social con mayor precisión que la escritura académica convencional. Hoy en día, la producción y la cultura literarias siguen siendo una fuente de inspiración para los antropólogos, además de un tema de estudio. La escritura antropológica abarca desde la no ficción creativa hasta las memorias, el periodismo y la literatura de viajes. Escribir en estos géneros no académicos puede ser una forma de dar a conocer más ampliamente los planteamientos y descubrimientos antropológicos, y puede inspirar la escritura académica para hacerla más accesible. La producción de textos en colaboración con interlocutores y artistas es una de las últimas tendencias de la escritura antropológica. Sin embargo, la tendencia a la experimentación también se ve frenada, ya que publicar en formatos de publicación académica y figurar en índices de citas es crucial para la carrera de los antropólogos. Aun así, a medida que nuestra escritura se mueve cada vez más en línea, aumentan los formatos flexibles de publicación, incluidos los libros en línea, los ensayos sobre temas de actualidad y las conversaciones en revistas.

Introducción

La escritura es esencial en antropología. La enseñanza, la investigación y la divulgación se basan en la escritura o tienen como resultado la escritura. Pero no fue hasta mucho después de la aparición de la antropología, a finales del siglo XIX, cuando la escritura fue reconocida por primera vez como un oficio crucial que requería una formación cuidadosa. Esta entrada abarca la política cambiante de la antropología escrita desde finales del siglo XIX, cuando las nociones victorianas de las ciencias naturales, en las que se consideraba a los textos como objetivos, eran el modelo para el trabajo académico, hasta la década de 1970, cuando fue identificada una sensibilidad hacia el estilo, la cual se desarrolló durante la década de 1980 hasta tomar la forma de un movimiento en torno de la idea de la escritura etnográfica experimental que fue iniciado por el debate de “writing culture”[2] (Clifford & Marcus 1986). Los protagonistas de ese debate abogaban por relatos más detallados de los procesos de investigación, incluido el papel del trabajador de campo en la composición de la escritura antropológica. Pasando al siglo XXI, esta entrada sugiere que la comprensión de que los antropólogos también son escritores ha traído un nuevo énfasis en la escritura en la disciplina. Esta incluye tanto la escritura accesible a la antropología académica como la escritura en diferentes géneros, que van desde la no ficción creativa a las memorias, al periodismo antropológico y la escritura de viajes. La antropología ha existido en un modo literario durante bastante tiempo, pero, a medida que experimentaba un "giro literario" (Scholte 1987), la literatura se ha convertido en un recurso aún más fuerte para la disciplina: como influencia para mejorar los estilos de escritura, sin duda, pero también como tema de investigaciones sobre la producción literaria y la cultura. Prueba de ello es la creciente demanda de talleres de escritura para estudiantes y jóvenes investigadores. Sin embargo, la escritura sigue estando limitada en la medida en que la publicación es una obligación a la hora de hacer carrera como antropólogo. Aquí, la escritura se rige por los formatos de publicación académica, el número de lectores y los índices de citas. Esta entrada está organizada cronológicamente, discutiendo la política cambiante a lo largo del tiempo de la escritura académica en antropología en términos de estilos, publicaciones y carreras, incluyendo el impacto del "giro literario", que conduce a una consideración de los géneros de escritura antropológica y de los más recientes escritos para los canales digitales. 

Políticas cambiantes de la antropología académica

 Las monografías antropológicas clásicas, escritas cuando la disciplina se estaba estableciendo, estaban influidas por las persistentes nociones científico-naturales de objetividad. Por lo general, estas monografías dejaban al antropólogo fuera del texto, al menos cuando se trataba de experiencias y sentimientos personales tales como las revelaciones, que, se suponía, inhibían su valor científico. Esto se aplica a las obras de antropólogos fundadores como Bronislaw Malinowski y Franz Boas. La obra académica de Malinowski contrasta especialmente con sus controvertidos diarios privados de trabajo de campo en Nueva Guinea y las islas Trobriand en 1914-1915 y 1917-1918 (Malinowski 1967). Publicados póstumamente por su viuda, los diarios revelaban sus prejuicios personales contra los interlocutores, así como otras actitudes problemáticas.

 Pero fue el ideal de objetividad, con lo que se consideraría su estilo encorsetado, lo que acabó provocando que los antropólogos buscaran formas más libres de escritura, con la esperanza de ofrecer reflejos más precisos de la riqueza y complejidad del trabajo de campo. Esto supuso un cambio a la hora de tomarse en serio la escritura, tal y como se identifica en la introducción del volumen The anthropologist as writer [3] (Wulff 2016: 1). Prefigurada por el interés en las narrativas de Victor Turner y Edward Bruner en las décadas de 1950 y 1960, una consideración cuidadosa de la escritura se convirtió en una característica importante de la antropología en la década de 1970 con el trabajo de Clifford Geertz, especialmente The interpretation of cultures[4] (1973). Fue Geertz quien desarrolló el concepto de "descripción densa" para referirse a un modo de escritura detallado y atractivo que permite comprender la acción humana en un contexto más amplio. El ensayo fundamental de Geertz sobre este tema describe una pelea de gallos en Bali y comienza de la siguiente manera: “A principios de abril de 1958, mi mujer y yo llegamos, enfermos de fiebre palúdica y desconfiados, a una aldea balinesa que pretendíamos estudiar como antropólogos".[5] En esta incómoda etapa, como recién llegados entre gentes que no reconocían su presencia, se enteran al cabo de unos diez días de que "tuvo lugar una gran riña de gallos en la plaza pública". Geertz señala a continuación que las peleas de gallos son en su mayoría ilegales en Bali:

Sin embargo, en este caso, tal vez porque estaban reuniendo dinero para una escuela que el gobierno no podía darles, tal vez porque las incursiones policiales habían sido pocas últimamente, tal vez, como hube de conjeturarlo luego, porque se pensaba que se habían pagado los necesarios sobornos, creyeron que podían correr el riesgo de organizar la riña en la plaza central para atraer más gente sin llamar la atención de los representantes de la ley.

Estaban equivocados. (...) ...apareció (...) un camión atestado de policías armados con metralletas. (Geertz 1973b: 412-15)

Los policías "comenzaron a blandir sus armas como gangsters en una película, aunque no llegaron hasta el punto de dispararlas". La gente huyó, y también lo hicieron los Geertz, que se encontraron escondidos de la policía en un patio con una pareja local, lo que hizo que fueran aceptados por los aldeanos. Es muy probable que el estilo cautivador, construido con suspense y sorpresa, explique por qué este ensayo se ha convertido en clásico, y la forma en que los Geertz se incluyen en la historia como protagonistas que viven un peligro potencial junto con los lugareños, pero que luego son rescatados por una pareja local. Esto resultó ser una forma eficaz de transmitir cómo un acontecimiento etnográfico como una pelea ilegal de gallos podía analizarse como una especie de obra de teatro que reflejaba las principales luchas de poder en el pueblo.

En la década de 1980 surgió un debate conocido como el debate de "writing culture", que abogaba por relatos más detallados del proceso de investigación, incluido el papel del trabajador de campo, en los escritos antropológicos de lo que se había hecho hasta entonces (Clifford & Marcus 1986). Se esperaba que el proceso de trabajo de campo incluyera detalles grandes e íntimos, incluidos los sentimientos y las relaciones del trabajador de campo, ya que eso prometía producir un relato más exacto del trabajo de campo. Una crítica que se hizo a "writing culture" fue que sus defensores se centraban demasiado en las actividades de los trabajadores de campo y no en las personas sobre las que versaba la investigación. El legado de ese debate es una mayor conciencia del impacto intelectual del estilo de escritura, la política de representación y la verdad parcial de cualquier relato. En relación con el debate sobre "writing culture", surgió la idea de que la escritura antropológica es una "crítica cultural". Sugería que la antropología debería identificar formas alternativas de considerar lo que a menudo se da por sentado en la sociedad. La escritura antropológica debería formar parte de "una estrategia para descubrir la diversidad en lo que parece ser un mundo cada vez más homogéneo" y "hacer visibles a los demás las perspectivas críticas y las posibilidades de alternativas que existen" (Marcus & Fischer 1987: 133). Algunas de esas alternativas se referían al papel de la mujer en la vida social, insistiendo, por ejemplo, en que las mujeres debían tener oportunidades de educación y carrera profesional que, por supuesto, no siempre se habían considerado una cuestión de importancia. Apoyado por la segunda ola del feminismo, el libro Women writing culture (Behar & Gordon 1995) exploraba cuestiones de identidad y diferencia en relación con la política sexual, la historia racial y los predicamentos morales de la antropología. Pero su misión era una crítica directa a la afirmación de James Clifford y George E. Marcus (1986) de que las antropólogas feministas no habían escrito de formas interesantes y experimentales. El volumen desafiaba el predominio masculino en la disciplina en aquel momento (véase también Abu-Lughod 1993).

Lo que comparten los defensores de las formas experimentales de escritura es la idea de que una sensibilidad al estilo y una apertura a otros géneros de escritura pueden producir algo más que un giro agradable de la frase. La narrativa y los géneros de escritura afines pueden ofrecer medios más precisos y, por tanto, más científicos para que los académicos transmitamos toda la gama de la experiencia humana" (Gottlieb 2015: 742) mejor de lo que lo hace la escritura académica convencional. Un rasgo definitorio de los escritos experimentales de hoy en día es su argumento a favor de la accesibilidad, aunque esta no fuera necesariamente una característica de todas las diferentes etapas de este movimiento. Cada vez se entiende mejor que incluso los textos antropológicos sobre temas complicados pueden redactarse preferiblemente de una forma lúcida, como ejemplifican Ulf Hannerz (1992) y Thomas Hylland Eriksen (2018), entre muchos otros. Esto va en contra de la norma académica tradicional de escribir en un estilo enrevesado que todavía puede considerarse un marcador de prestigio, más que ser directo. Aunque algunos temas muy complicados requieren un estilo de redacción más complejo y un vocabulario especializado, muchos temas académicos no lo requieren. Esta idea está ganando terreno, pero también lleva a la necesidad de (re)formar a los académicos para que escriban de forma más transparente. La claridad y las narraciones cautivadoras son más útiles tanto en la docencia como en la investigación que el estilo de redacción de algunas etnografías tradicionales que se han calificado de "aburridas" y "prácticamente ilegibles" (MacClancy 1996: 237). El deseo de ser no sólo claros, sino también más atractivos, ha abierto espacio a la escritura experimental, como la temprana In sorcery's shadow (1987), una memoria de un aprendizaje entre el pueblo songhay que vive en Níger y Malí, en África Occidental. Escrita por Paul Stoller y Cheryl Olkes como un ensayo literario informado por la teoría, no incluye referencias académicas explícitas: no hay bibliografía. Las memorias han sido apreciadas por su bien elaborada narrativa, que también incluye puntos metodológicos a medida que Stoller aprendía y comprendía un modo de vida que al principio le era ajeno. Las diferentes etapas de su formación para convertirse en aprendiz de brujo se transmiten con esmero.  

Con el crecimiento de las conexiones globales llegó la idea de que los interlocutores podían, y de hecho debían, poder leer trabajos antropológicos sobre ellos mismos sin riesgo de verse perjudicados personal o políticamente. Estas cuestiones éticas se tratan en When they read what we write[6] (Brettell 1993), que se centra principalmente en cómo esto puede afectar al antropólogo y a los escritos. Existe, por ejemplo, la devastadora experiencia de que el propio trabajo publicado sea impugnado por aquellos sobre los que trata. Estas experiencias pueden ser inesperadas, lo que las hace aún más dolorosas. Además, pueden repercutir negativamente en la posibilidad de futuras investigaciones en la comunidad para otros colegas, que podrían no haber tenido nada que ver con este trabajo. Las versiones periodísticas de los escritos antropológicos añaden complejidad a este problema, sobre todo cuando tergiversan los hallazgos y si los interlocutores leen los periódicos pero no el texto real. Los contextos muy politizados, como los conflictos sobre la lengua nacional y entre grupos étnicos, pueden alimentar los dilemas resultantes. Aunque la conciencia de la dificultad de hacer justicia a comunidades divididas es importante, la necesidad de incluir a las personas estudiadas como público potencial, y no sólo a los académicos, sigue siendo una preocupación primordial en la escritura antropológica contemporánea. Esta preocupación se ve alimentada por el auge de las revistas digitales en línea y los libros electrónicos, que pueden llegar a un público vasto y mundial en un instante, sobre todo cuando son de acceso abierto.

Todo esto plantea cuestiones relativas a los resultados publicados en relación con la realización de una carrera académica, y negociaciones sobre si una monografía o un artículo de revista ranquea más alto (Wulff 2019; Boyer 2016). Esta ha sido una preocupación desde que las ciencias naturales, donde los artículos de revistas son el formato de publicación principal, se convirtieron en el modelo para los índices de citas y las evaluaciones de la investigación. Como parte de la "nueva gestión pública"[7] de las universidades europeas desde la década de 1980 (Shore & Wright 2017), se han establecido sistemas de clasificación para las editoriales, sus libros y revistas. Estos sistemas intentan emular los modelos de gestión[8] del sector privado y los enfoques de tipo empresarial para mejorar la eficiencia y los resultados de la investigación. En algunas universidades, publicar con editoriales de alto rango puede tener un impacto positivo en la financiación de un departamento, así como en el salario del antropólogo. Sin duda, esto influye en las prácticas de contratación. Las clasificaciones también han reforzado la noción de "publicar o perecer", lo que significa que, incluso para mantener un puesto de trabajo, los académicos a veces tienen que publicar un cierto número de publicaciones de alto rango al año, ya que, si no, sus carreras pueden estar en peligro. A pesar de estas medidas, la política de publicación académica sigue siendo escurridiza, ya que los criterios no dejan de cambiar, entre otras cosas porque aquello para lo que se formó a una cohorte de antropólogos está destinado a ser diferente una vez que se exponen a la evaluación. Existe un debate sobre hasta qué punto la calidad de la escritura académica está y debe estar adaptada a las valoraciones de la investigación y a los formatos de evaluación, y cuáles pueden ser las consecuencias intelectuales de ello (Strathern 2000).

La escritura antropológica se ve cada vez más influida por estas tendencias de gestión. En nuestra disciplina, los artículos en revistas siguen siendo importantes, pero persiste la idea de que el trabajo de campo a largo plazo puede justificarse mejor en el espacio de una monografía completa. Aunque una serie de artículos de fondo en revistas podrían funcionar casi igual de bien, puede resultar más engorroso encontrar esos artículos que leer un libro en el que el material y el análisis están todos en el mismo sitio. Dado que los libros, los volúmenes editados y los capítulos de libros ocupan un lugar menos destacado en las ciencias naturales y, por tanto, en las listas de clasificación, pierden prestigio en los índices de citas en los que la antropología es incluida. Además, la cantidad de trabajo que lleva escribir una monografía no se ve recompensada, ya que a menudo se trata como un "artículo" más. Es más, las referencias apreciativas no se distinguen en los índices de citas de las negativas[9] La antropología, en la medida en que es una ciencia crítica, tampoco puede ser capturada por métricas numéricas (Stein 2018). La lógica de tales listas de clasificación tampoco concuerda con la forma en que ciertos volúmenes editados o, al menos, notables introducciones a volúmenes que se publicaron antes de que se establecieran los índices de citas siguen teniendo una gran influencia en la antropología. Obviamente, este aspecto no se indica en los índices de citas ni en los factores de impacto, ya que sólo tienen en cuenta los trabajos recientes que están disponibles en línea. La introducción de Fredrik Barth a su obra editada Ethnic groups and boundaries[10] (1969) es un buen ejemplo, ya que sigue siendo una referencia estándar en antropología (véase también Appadurai 1986), pero se publicó demasiado pronto para ser incluida en los índices. En cuanto al destino de los libros, impresos o electrónicos, de ficción o no ficción, en su investigación sociológica del negocio editorial, John Thompson predice que, mientras sea lo suficientemente atractivo para los lectores, el libro "seguirá desempeñando un papel importante como medio de expresión y comunicación en nuestra vida cultural y pública en un futuro previsible" (2011: 399-400).

Escribir antropología en relación con la literatura

Aunque el modo literario de la antropología no es nada nuevo, el debate de "writing culture" intensificó la presencia de la literatura en la antropología, que se ha identificado en términos de un "giro literario" debido al impacto de la literatura en la escritura antropológica (Scholte 1987). Esto estaba en consonancia con la creciente conciencia respecto del proceso de escritura. Como parte del alejamiento del estilo textual distanciado, así como en lo referente a la estructura narrativa, los antropólogos se inspiraron en la ficción. Geertz (1988) llegó a identificar al "antropólogo como autor"[11] y surgió una antropología de la escritura y de los escritores. La literatura local de un campo se leía como etnografía y podía ser incluida en los relatos antropológicos. Victor Turner, con su pasado de estudiante de literatura en el University College de Londres, relacionó más tarde el ritual africano y la literatura occidental como "mutuamente iluminadores" (1976: 77-8). Richard Handler y Daniel Segal (1990) identificaron a Jane Austen como etnógrafa del matrimonio, el parentesco y la clase social en la Inglaterra de principios del siglo XVIII. En la década de 1990, Nigel Rapport (1994) organizó su trabajo de campo en el pueblo de Wanet, en Inglaterra, en relación con el escritor E.M. Forster como compañero imaginario de trabajo de campo. La técnica de Rapport consistió en "zigzaguear" entre la obra de Forster y su propia experiencia de campo. Una forma similar de combinar antropología y literatura, de escribir antropología junto con un compañero literario, es Alive in the writing (2012), de Kirin Narayan. Narayan yuxtapone su experiencia de escritura etnográfica con la de Antón Chéjov, el célebre dramaturgo y escritor de cuentos, mientras investigaba y escribía sobre la isla de Sajalín, la colonia penal rusa. Reconocer a Chéjov como su musa etnográfica libera la creatividad de Narayan a los fines de la escritura. Inspirada por la carta de Chéjov sobre su viaje a Sajalín, sus reflexiones sobre su investigación y su proceso de escritura, Narayan siente afinidad con él a medida que encuentra temas y textos para incluir en su libro. Por cierto, la obra de Chéjov sobre Sajalín es de no ficción, y, a medida que Narayan va conociendo su oeuvre literaria, se da cuenta de que es un escritor literario con sensibilidad etnográfica.[12] Al final de los capítulos se incluyen ejercicios de escritura, y el libro concluye con un epílogo con consejos para las distintas fases del proceso de escritura, yendo desde cómo empezar y avanzar hasta cómo superar el bloqueo del escritor, revisar y terminar. En respuesta al auge de talleres de escritura no académicos y programas universitarios de escritura creativa en Europa y América durante las últimas décadas, existe una plétora de manuales de escritura, también de escritores de ficción (cf. Wulff 2017). Ursula Le Guin (2015: ix, xiii, xii), hija de Alfred Kroeber y de su esposa escritora Theodora, no era antropóloga, pero hay aspectos antropológicos en su ficción, calificada de ciencia ficción o fantasía. Los antropólogos aparecen en sus escritos, y los "otros mundos" que imaginó resuenan con un esfuerzo antropológico por estudiar formas de vida muy diferentes. Le Guin también escribió un "manual para narradores - escritores de prosa narrativa" para acompañar los talleres de escritura que impartía. Su declaración de que su "libro no es para principiantes" demuestra que es consciente de que la escritura es una habilidad que nunca se aprende del todo, sino que lo ideal es seguir desarrollándola. Observando que algunas personas tienen un don para la escritura, señala que esta es una habilidad que hay que aprender y dominar, incluso en el caso de quienes están dotados (cf. Wulff 2018). Le Guin subraya que la lectura de la propia obra también requiere entrenamiento. Esto sería lo que Brian Moeran denomina la "autoedición", el proceso de tomar decisiones sobre el estilo, la gramática, la organización y sobre qué incluir y excluir (2016: 60-5). “Editar", continúa Moeran, "no es escribir, sino reescribir", lo que implica ser "duro con uno mismo" (2016: 60-5). Antes de enviar un texto a un editor de una editorial, el consejo de Moeran es obtener los comentarios severos de un colega comprensivo.

Al escribir sobre las conexiones entre la antropología, la escritura etnográfica y la literatura, Caroline Brettell observa que: 

Los experimentos con formas de escritura etnográfica que podrían animar el texto etnográfico representan solo una dimensión de la forma en que la antropología se ha comprometido con la literatura... Algunos antropólogos se han basado directamente en obras de literatura como inspiración; otros han sometido estas obras literarias a una lente analítica y teórica antropológica (2015: 73).

Otros, continúa diciendo, "han encontrado al etnógrafo o al autoetnógrafo en el novelista". El interés antropológico en la producción literaria ciertamente existe, como en el estudio etnográfico de la escritura como oficio y carrera en Irlanda. Tomando como punto de partida la pregunta "¿Cómo es que los irlandeses son tan buenos escritores?", he argumentado que esto se remonta a la tradición de la narración oral en Irlanda, y a una cultura que cultiva esta práctica en las reuniones sociales, así como enseñándola a las generaciones más jóvenes. Además, existe una amplia formación en escritura creativa en las escuelas, así como concursos de escritura, y abundancia de talleres de escritura para adultos en festivales y otros eventos literarios. Todo ello fomenta el hábito y el impulso de escribir (Wulff 2017: ix). Las etnografías de la escritura no se limitan al análisis textual. Pueden basarse en eventos literarios en vivo y lecturas públicas de ficción en festivales literarios. A partir de un estudio sobre uno de los principales festivales literarios del Reino Unido, el Hay Festival, y el pequeño Polari Salon, un festival literario LGBT en el South Bank Centre de Londres, Ellen Wiles muestra el valor de la etnografía literaria experiencial no solo para el mundo académico, sino también para los profesionales, curadores y productores artísticos (2021). Fue a través de la observación participante en festivales literarios como Wiles aprendió que, incluso en nuestro mundo digitalizado, este tipo de eventos en directo atraen a grandes audiencias, entre otras cosas, porque ofrecen apreciadas oportunidades para las conexiones cara a cara entre autores y lectores.

Otro punto de vista sobre cómo la literatura puede relacionarse con la etnografía es la conceptualización de la ficción como un texto escrito, a la par de las canciones, la poesía, los ensayos, el teatro e incluso los periódicos y las cartas que se producen en una sociedad que se toma como objeto de estudio (Archetti 1994a). Esto puede revelar, en un nivel, las relaciones interpersonales y, en otro, contextos culturales y sociales como la historia y la nación. Se ha sugerido que existen tres tipos de ficción: "La novela histórica realista que intenta ‘reconstruir’ un periodo determinado en una sociedad determinada; el relato totalmente imaginado ambientado en un periodo histórico; y los ensayos dedicados a la interpretación de una nación, sus características y su credo". Además, "algún tipo de conocimiento histórico y sociológico es importante en la ficción", lo que la asemeja a escribir antropología. En consonancia con gran parte de la antropología, en este volumen, la ficción es tratada como "materia prima etnográfica, no (...) como declaraciones autorizadas o interpretaciones de una sociedad concreta" (Archetti 1994b: 16-17).

Muchos antropólogos han expresado la sensación de estar confinados por la rigidez del estilo académico, lo que los ha llevado a refugiarse en la escritura de ficción. Esta ha sido una forma de complementar lo que se ha encontrado insatisfactorio con la producción de disertaciones u otros escritos académicos (Stankiewicz 2012). Reflexionando sobre la ficción versus la antropología, existe la noción común de que "la antropología es única en su especificación de dimensiones para la comparación y sus estándares para las descripciones etnográficas. ¿Son tales dimensiones y normas camisas de fuerza? Si uno piensa que sí, puede recurrir a la ficción en busca de consuelo" (Eriksen 1994: 192; véase también Narayan 1999). Este consejo parece referirse tanto a la lectura de ficción, incluso del propio campo, como a la escritura de ficción basada en el trabajo de campo, como en In an antique land (Ghosh 1992). Resulta que las novelas etnográficas abundan. Fueron (y son) escritas por autores formados en antropología, y que en algunos casos siguieron una carrera académica mientras que otros se dedicaban a escribir ficción a tiempo completo. Una de las primeras novelas etnográficas es The delight makers (Bandelier 1890), que aprovecha muchos años de trabajo de campo con los indios Pueblo. There eyes were watching God (Hurston 1937) también tiene una perspectiva antropológica. En 1954, Laura Bohannan publicó el bestseller Return to laughter bajo el seudónimo de Elenore Smith Bowen. Se trata de un relato ficticio sobre el trabajo de campo de Bohannan en África, que incluye aspectos de la vida tribal tales como el impacto de la brujería. La novela ha sido muy leída no sólo por estudiantes y estudiosos, sino también por el público en general. Es un testimonio de la eficacia de la transmisión de conocimientos antropológicos a través de la ficción. Es habitual que los científicos sociales y los antropólogos, incluidos los que impulsan sus disciplinas, aprecien la "capacidad de los escritores de ficción para describir lo real y desvelar verdades" (Fassin 2014: 52). Incluso se da el caso de que "distinguidos antropólogos y sociólogos han admitido que encuentran, en las obras de estos autores, relatos más convincentes, precisos y profundos de los mundos sociales que exploran que en los propuestos por los académicos que los estudian" (Fassin 2014: 52; véase también McLean 2017). Con este espíritu, ha surgido una nueva marca de escritura etnográfica, que experimenta con diversos estilos literarios, no solo como embellecimiento, sino también como una forma de escribir antropología a través de la escritura creativa y transmitir así verdades que de otro modo no serían transmisibles. El volumen Crumpled paper boat (Pandian & McLean 2017: 1-2), por ejemplo, se compone de escritos etnográficos en forma de poesía, ficción, memorias y guiones, entre otros. El título es una línea de un poema de Arthur Rimbaud y en el volumen refiere a la escritura etnográfica como un viaje, "un pasaje transformador" indicado por "un pequeño barco perdido" y "las frustraciones que llevan a los escritores a arrugar y desechar los trozos de papel en los que trabajan" hasta que sus textos "floten... hacia destinos imprevisibles" (Pandian & McLean 2017: 1-2). Aquí, la escritura tiene que ver con las transformaciones del autor y con decir lo indecible, en lugar de limitarse a transmitir cómo es la vida social.

Géneros de escritura antropológica     

Es obvio que la escritura académica es el género principal para los antropólogos, y que se apoya en el arte de escribir notas de campo (Sanjek 1990, 2015; Andersen et al. 2020). Aun así, los antropólogos escriben mucho en otros géneros, no solo ficción literaria, como se ha comentado anteriormente, sino también poesía (Rosaldo 2013, entre muchos otros). Una carrera antropológica incluye inevitablemente la redacción de textos administrativos académicos, tales como diversos informes y evaluaciones, pero también la redacción de pedidos de subsidios, otro género más (Brenneis 2009; Finnström 2016). A diferencia de muchos escritores de ficción, los antropólogos tienden a aprender un cierto estilo de escritura marcado por el rigor académico y por claves como el objetivo, el argumento, el compromiso con los debates y/o las investigaciones anteriores, la teoría, la etnografía, el método, las conclusiones y la bibliografía. Los antropólogos tienden entonces a mantener ese estilo, en lugar de desarrollarse en nuevas direcciones. Algunos de ellos, sin embargo, ven la oportunidad de cambiar de rumbo y tono al adentrarse en nuevos temas de investigación. Otros alternan entre diferentes géneros, recuperando rasgos estilísticos de la no ficción creativa, las memorias, la autoetnografía, la escritura de viajes, el periodismo e incluso la ficción, la poesía y la novela negra para su escritura académica (Wulff 2016; Barton & Papen 2010).

La no ficción creativa, que cuenta historias sobre hechos reales con técnicas de ficción, ha sido especialmente popular entre los antropólogos de Estados Unidos. Este género puede entenderse como "hacer que la experiencia de lectura sea vívida, emocionalmente convincente y agradable al tiempo que se ciñe a los hechos" (Cheney 2001: 2). Originado en el Nuevo Periodismo de los años sesenta, este género de escritura se relaciona a menudo con el gran éxito de In cold blood[13] (Capote 1965), una historia de un crimen real sobre el asesinato de una familia en una granja de Kansas (Estados Unidos). El libro se basa en entrevistas con lugareños e investigadores policiales, artículos periodísticos y la observación del proceso judicial. Desde que se formuló, la no ficción creativa "ha cobrado impulso en los años posteriores para informar diversos tipos de escritura" (Narayan 2007a: 130). El movimiento ha llegado a incluir una variedad de géneros y ahora se encentra establecido a través de "cursos, becas, licenciaturas en escritura, y revistas" (Narayan 2007a: 130). Entonces, ¿qué pueden aprender los etnógrafos de la no ficción creativa? Un punto es lograr un equilibrio consistente en escribir sobre la vida social de una manera absorbente sin inventar cosas. Otro es pensar acerca de cómo incluir y tratar la situación, la historia, el personaje, las escenas, los resúmenes y los llamados "grumos expositivos" (es decir, información de fondo densa y pesada) a la hora de redactar su trabajo (Narayan 2007a: 136-139). El consejo para hacer frente a estos últimos es "dividirlos, repartirlos, introducirlos en la conversación" (Le Guin 1998: 114).

Siguiendo con la escritura antropológica en relación con la literatura, y en diferentes géneros, encontrar salidas editoriales para trabajos que no son estrictamente académicos puede ser un problema. Sin embargo, existen algunas revistas especializadas en ello, como Anthropology & Humanism, la revista de la Society for Humanistic Anthropology, que publica en cada número artículos académicos tradicionales, así como otros géneros de escritura antropológica: poesía, ficción breve y ensayos de no ficción creativa.[14] Estos ensayos suelen tomar como punto de partida experiencias etnográficas o personales, y se adentran en terrenos más o menos imaginarios. The vulnerable observer[15] (Behar 1996), por ejemplo, es la historia de cómo una antropóloga cubano-norteamericana se encontraba realizando un trabajo de campo sobre prácticas funerarias en España, cuando su propio abuelo murió en Miami. Esta experiencia la llevó a defender la naturaleza emocional y subjetiva del trabajo de campo: el etnógrafo no puede ser imparcial ni totalmente objetivo en relación con su campo. Abarcando diferentes géneros, este libro es también una especie de memoria, variedad que, en sí misma, se ha convertido en un género sustancial en la antropología, principalmente evocando acontecimientos del campo, pero a menudo remontándose a la vida personal del antropólogo (Jackson 2006; Narayan 2007b; Stoller 2008; Collins & Gallinat 2010). Aunque cabe esperar que las memorias sean escritas por personas mayores que han vivido vidas largas y llenas de acontecimientos, resulta que muchas memorias antropológicas están compuestas por escritores que aún son relativamente jóvenes, o al menos de mediana edad entre los 40 y los 50 años, como The power of the between (Stoller 2008: 4), desencadenada por la agitación de un diagnóstico de cáncer, que supuso un espacio "intermedio" entre la vida y la muerte.

My father’s wars[16] (Waterston 2014) es el relato de una hija sobre el destino de su padre, tal como se lo contaron él, principalmente, y también su madre. El curso de su vida estuvo marcado por dramáticos acontecimientos históricos: el padre de Alisse Waterston tuvo que huir con su familia del Holocausto en Polonia, dirigiéndose a Cuba. Con el tiempo, se alistó en el ejército estadounidense, conoció a una norteamericana y se casó con ella, y se vio viajando entre La Habana y Nueva York, hasta que la revolución castrista obligó a la familia a abandonar Cuba y trasladarse a Puerto Rico. Estas memorias ejemplifican cómo una historia personal llena de acontecimientos y definida por los peligros puede transmitir acontecimientos políticos importantes. Otro tipo de memorias es My life as a spy[17] (Verdery 2018). Cuando los archivos de la policía secreta en Europa del Este estuvieron disponibles después de 1989, Katherine Verdery, una antropóloga estadounidense que había pasado frecuentes y largas temporadas de investigación estudiando la economía política de la desigualdad social, las relaciones étnicas y el nacionalismo en la Rumania comunista, descubrió en su archivo que había sido vigilada por la policía secreta, la Securitate, y acusada de ser una espía. En este caso, las memorias fueron una forma de corregir y contextualizar una imagen local errónea de la antropóloga. Al mismo tiempo, es una información importante sobre el funcionamiento de Rumania durante el comunismo.

La escritura de viajes es otra forma de memoria, como pregona el clásico Tristes tropiques[18] (Lévi-Strauss 1992 [1955]), que documenta sus viajes y trabajo de campo en Brasil. Su proximidad a la literatura de viajes se problematizó más tarde, cuando los relatos de viajes sobre las colonias fueron criticados por transmitir una perspectiva imperial occidental (Pratt 1992). Aunque los primeros relatos de viajes se basaban demasiado en la exotización, esto está cambiando en la actualidad (Nyqvist 2018). Sin embargo, la escritura de viajes sigue siendo una forma de explorar el mundo en nombre de la gente "en casa", para hablarles de otros lugares, a menudo lejanos, mediando así el mundo. Además de describir lugares y personas, así como el viaje en sí, la escritura de viajes también tiende a abordar las condiciones del propio viaje.

Relacionada en cuanto género con las memorias antropológicas está la noción de "autoetnografía", definida como "referida tanto a la etnografía del propio grupo como a la escritura autobiográfica que tiene interés etnográfico"; de hecho, ambos tipos pueden estar relacionados (Reed-Danahay 1997: 2). Una autoetnografía de fronteras es ‘Illegal' traveller,[19] que combina el trabajo de campo sobre inmigrantes indocumentados con descripciones de la experiencia personal de tener que huir de Irán en circunstancias peligrosas. El prefacio, fechado en 1987, comienza

Una fría noche de finales de febrero, en una tierra yerma rodeada de enormes montañas escarpadas, me encontraba en una carretera de grava como cualquier otra carretera de esta zona rural. Pasaba la medianoche; todo el paisaje estaba envuelto en el silencio. La carretera separaba Irán de Afganistán. Era la frontera. Envuelta en una quietud mortal estaba la carretera, una de las más sanguinarias del mundo, al acecho de su próxima presa. Era una noche sin luna. "¡Bien! La oscuridad nos cobija", dijo mi contrabandista... "Si doy este paso, seré un 'ilegal' y el mundo nunca volverá a ser el mismo". Esa noche di ese paso y comenzó mi odisea de "ilegalidad". (Khosravi 2010: ix)

Existen, de nuevo, solapamientos entre las memorias y la autoetnografía, aunque una autoetnografía antropológica suele distinguirse por tener una estructura teórica explícita y sistemática que está orientada a explicar cómo una historia personal que reconoce el poder y la desigualdad tiene un interés etnográfico general. Esto se ha denominado autoetnografía crítica (Reed-Danahay 2019). Las experiencias de la cita anterior, y otras posteriores sobre cómo es ser refugiado en Estocolmo, también se recogen en artículos de opinión para periódicos como The Guardian y The New York Times (Khosravi 2020). A diferencia de escribir antropología, escribir periodismo siempre requiere un estilo accesible, frases cortas y un punto clave introducido al principio del texto. Si se utilizan ideas antropológicas, hay que explicarlas a un público general. La mayoría de las veces, los artículos periodísticos están relacionados con un acontecimiento urgente de la actualidad. Suelen ser mucho más breves y limitados en su alcance que la mayoría de los académicos. Además, los editores suelen decidir el titular, lo que difiere drásticamente de lo que acostumbran los académicos. Una vez más, los límites con la escritura antropológica son difusos, ya que algunos antropólogos que escriben habitualmente comentarios periodísticos influyentes sobre temas de actualidad se convierten en intelectuales públicos, con lo que pueden mejorar su reputación académica. Esto se denomina a veces antropología pública, considerada por muchos crucial para comprender la vida pública, pero que requiere un refinamiento del arte de la narrativa, así como una renuncia al análisis árido (Eriksen 2005). Además, se puede considerar que los antropólogos que escriben periodismo devuelven a su escritura antropológica rasgos estilísticos como la lucidez. El periodismo en la antropología es como suele ocurrir un tópico doble, que comprende tanto a los antropólogos que escriben periodismo como al estudio antropológico de los mundos del periodismo y la escritura periodística (Boyer 2005, 2013; Hannerz 2004; Boyer & Hannerz 2006). Writing future worlds[20] (Hannerz 2016) investiga el nuevo género de escenarios futuros especulativos como la idea del "choque de civilizaciones" que impacta en el debate y la comprensión globales. En cuanto a las etnografías del periodismo, existe, por ejemplo, un estudio sobre los antiguos periodistas de Alemania Oriental y sus intentos de explicar la vida en la Alemania posterior a la unificación, que plantea complicadas cuestiones sobre la nación y la modernidad (Boyer 2005). Siguiendo en Alemania, otro estudio se centra en las empresas periodísticas, y en cómo las tecnologías digitales de la información y la comunicación han transformado la forma de trabajar de los periodistas (allí como en otros lugares): se encuentran en un paisaje que cambia rápidamente, y en el que las redes sociales son un actor principal y contribuyen a que su autoridad, experiencia y habilidades se vean cuestionadas (Boyer 2013). Más en la línea de los escritores de viajes, los corresponsales extranjeros según los presenta un estudio realizado principalmente en Jerusalén, Tokio y Johannesburgo informan desde una parte del mundo a otra. Resulta que en los distintos "ritmos" de los corresponsales surgen historias únicas, aunque lo que escriben también está determinado por su país de origen y sus intereses personales. Una de las conclusiones de este estudio es que tanto los antropólogos como los corresponsales extranjeros tienen mucho que aprender los unos de los otros cuando se trata de informar al público en general sobre acontecimientos y gentes de lugares lejanos (Hannerz 2004).

La frecuente mezcla de géneros de escritura ha atraído mucha atención. De hecho, "ha habido una enorme mezcla de géneros en la ciencia social, así como en la vida intelectual en general, y (...) tal confusión de clases continúa todavía"[21] (Geertz 1980: 1659). Un tipo de mezcla de géneros es la monografía Lost in transition (Ghodsee 2011), sobre la caída del comunismo en Bulgaria, donde los capítulos etnográficos se alternan con capítulos escritos como ficción etnográfica. Más a menudo, la mezcla de géneros en la antropología toma la forma de textos individuales, identificados como combinaciones de etnografía y no ficción creativa, memorias y artículos de opinión. La mezcla de géneros ha sido fundamental para el desarrollo intelectual y metodológico de la antropología. Fomenta la creatividad y sugiere un lenguaje para aproximarse a decir lo indecible, además de generar nuevos enfoques e ideas para la investigación, aunque a menudo se pase por alto en las listas de clasificación académica y los índices de citas.

Conclusiones y perspectivas

Como disciplina, la antropología se basa en la escritura académica. Sin embargo, el énfasis en el oficio de escribir es relativamente reciente en la historia de la disciplina. Los antropólogos siguen acentuando su identidad como escritores, recurriendo a la literatura, así como a diferentes géneros de escritura antropológica como la no ficción creativa, las memorias, la autoetnografía, la escritura de viajes y el periodismo. Nuestro continuo perfeccionamiento de la escritura como habilidad mejora el conocimiento que somos capaces de producir y transmitir, a veces incluso proporcionando relatos más precisos de la vida social que el trabajo académico convencional. La escritura en colaboración ha aumentado tanto con las personas que estudiamos, en un intento de empoderarlas y aprovechar su experiencia, como con colegas de otras disciplinas, en parte como respuesta a las peticiones de los organismos de financiación de la investigación. También hay un interés creciente por trabajar con artistas visuales, especialmente gráficos, como ejemplifica Light in dark times[22] (Waterston & Hollands 2020). Los formatos de publicación también se han vuelto más flexibles: se publican pequeños libros, ensayos sobre temas de actualidad y conversaciones en revistas, entre muchos otros tipos de publicaciones. El auge de la publicación digital aumenta esta flexibilidad, ya que ahora se mantienen debates antropológicos en Twitter y en blogs como AnthroDendum.[23] Hay un auge de relatos honestos sobre cómo se componen realmente los textos antropológicos que describen el papel de la creatividad personal, la formación académica y la biografía en la forma en que se formulan los argumentos, así como el impacto de las rutinas de escritura. Combinan la escritura con un toque personal con la responsabilidad académica, al tiempo que reclaman estilos accesibles (Nielsen & Rapport 2018; McGranahan 2020). En el futuro, con una mayor diversidad en los estilos de escritura antropológica, su formatos y medios de difusión, las preguntas sobre cómo evaluar la calidad serán aún más acentuadas y debatidas. Es importante destacar que existe una conciencia cada vez mayor de que la escritura puede y debe ser una fuerza impulsora en el proceso de descolonización de la antropología (Pandian 2017; Ulysse 2020; Tapsell 2020), lo que indica que este es un momento decisivo para reconsiderar los estilos de escritura.

 

Notas

[1] Wulff, Helena (26/02/2021): “Writing anthropology”. The Open Encyclopedia of Anthropology (OEA), edited by Felix Stein. Facsimile of the first edition in The Cambridge Encyclopedia of Anthropology. (http://doi.org/10.29164/21writing). Traducción: Fernando Alberto Balbi (ICA, FFyL-UBA / CONICET).
Este texto se encuentra publicado en la OEA bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoCommercial 4.0 Internacional. La presente traducción es sólo a fines educativos.
[2] [Nota del traductor – Se refiere al debate iniciado por el libro Writing culture... (Clifford & Marcus 1986), que se centró en las ideas de que lo que los etnógrafos hacían era, ante todo, escribir, y de que lo que escribían eran representaciones de las culturas que abordaban. Optamos por mantener la expresión en inglés].
[3] [Nota del traductor – El antropólogo como escritor].
[4] [Nota del traductor – Hay traducción al castellano: Geertz, C. 1987: La interpretación de las culturas. Barcelona, Gedisa].
[5] [Nota del traductor – Los fragmentos del texto de Geertz han sido tomados de las pp. 340 y 341 de la edición en castellano, ya citada].
[6] [Nota del traductor – Cuando leen lo que escribimos].
[7] [Nota del traductor – En el original, “new public management”].
[8] [Nota del traductor – En el original, “management”].
[9] Tichenor, M. 2020. Metrics. En The Cambridge Encyclopedia of Anthropology (eds.) F. Stein, S. Lazar, M. Candea, H. Diemberger, J. Robbins, A. Sanchez & R. Stasch (disponible en línea: http://doi.org/10.29164/20metric).
[10] [Nota del traductor – Hay traducción al castellano: Barth, F. (Ed.) 1976: Los grupos étnicos y sus fronteras. México, FCE].
[11] Clifford Geertz (1988) considera autores especialmente a Bronislaw Malinowski, Ruth Benedict, E.E. Evans-Pritchard y Claude Lévi-Strauss.
[12] Varios volúmenes combinan la antropología con la literatura, como Dennis & Aycock (1989), Benson (1993), Daniel & Peck (1996), De Angelis (2002) y Cohen (2013).
[13] [Nota del traductor – Existen múltiples ediciones en castellano bajo el título A sangre fría].
[14] La Society for Humanistic Anthropology es una sección de la American Anthropological Association. Véase también la revista en línea Otherwise (https://www.otherwisemag.com/).
[15] [Nota del traductor – La observadora vulnerable].
[16] [Nota del traductor – Las guerras de mi padre].
[17] [Nota del traductor – Mi vida como espía].
[18] [Nota del traductor – Hay edición en castellano: Lévi-Strauss, C. 1976: Tristes trópicos. Buenos Aires, EUDEBA].
[19] [Nota del traductor – Viajero ‘ilegal’].
[21] [Nota del traductor – La traducción de este pasaje fue tomada de la versión del texto en castellano: Geertz, C. 2003: “Géneros confusos. La refiguración del pensamiento social”. En: Geertz, C., Clifford, J. y otros, El surgimiento de la antropología posmoderna. (C. Reynoso, Ed.). Barcelona, Gedisa, p. 63].
[22] [Nota del traductor – Luz en tiempos obscuros].


Nota sobre la colaboradora

Helena Wulff es profesora del Departamento de Antropología Social de la Universidad de Estocolmo. Su investigación actual se centra en la escritura de los inmigrantes en Suecia. Es editora de The anthropologist as writer: genres and contexts in the twenty-first century (2016, Berghahn) y autora de Rhythms of writing: an anthropology of Irish Literature (2017, Bloomsbury).
Profesora Helena Wulff, Departamento de Antropología Social, Universidad de Estocolmo, SE-10691 Estocolmo, Suecia. helena.wulff@socant.su.se

 

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POTLACH – Antropología y Política - ISSN 2953-5891





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