POTLACH - Antropología y Política promueve la reflexión sobre los efectos de los criterios neoliberales de acreditación y evaluación sobre los sistemas de CyT. En esta ocasión, reproducimos un breve texto del filósofo Fernando Broncano publicado por SINC - Ciencia contada en español, sobre los daños que provoca el 'efecto cobra' generado por el uso del factor de impacto como medidor del desempeño personal de los científicos y de la calidad de las instituciones científicas.
Ilustración: F. A. B. |
ACADEMIA Y NEOLIBERALISMO
EL EFECTO VENENOSO DE LOS ‘RANKINGS’ EN LA INVESTIGACIÓN [1]
Fernando Broncano
El economista alemán Horst Siebert llamó ‘efecto
cobra’ a los efectos indeseados de los incentivos, recordando la
medida del gobierno colonial británico de la India cuando tomó la decisión de
pagar a los ciudadanos por la entrega de cada serpiente cobra muerta en Delhi,
generando una industria de cría de serpientes venenosas.
Así, la conocida serie policial The Wire alude
a las técnicas de manipulación de tasas de éxitos por la
policía de Baltimore y otros miles de ejemplos que se encuentran fácilmente en
todos los ámbitos de las instituciones económicas y políticas.
Desgraciadamente, son prácticas habituales en las gerencias de bienes públicos
como salud y educación.
Es un fallo sistémico de la sociedad métrica que domina el
mundo contemporáneo basado en el uso masivo de indicadores cuantitativos.
Los rankings nacieron como dispositivos estadísticos para la
información sobre los sistemas complejos en un mundo muy grande y globalizado,
pero pronto generaron lo que cae bajo la llamada ‘Ley de Goodhart’ (por el
economista Charles Goodhart): “Cuando una medida se convierte en un
fin de gestión deja de ser una buena medida”.
De este modo llegamos a la perversión del sistema de
clasificaciones de instituciones universitarias en un mundo de campus
internacionalizados y globalizados, en los que la atracción de alumnos forma
parte de una burbuja económica creciente.
La prensa española ha reflejado estos días diversos
ejercicios del ‘efecto cobra’, como el de adscribir a investigadores con un
alto factor de impacto a universidades de segunda fila para así subir algunos
escalones en el ranking mundial. Se trata solo de una pequeña
muestra de una corrupción sistémica de los indicadores de calidad académica y
científica.
Conviene recordar, aunque sea rápidamente, la historia de
cómo un indicador, el factor de impacto, creó un entorno adaptativo
de universidades, centros de investigación, revistas científicas y currículos
personales.
Citas de pares para obtener reconocimiento
En los albores del actual sistema de producción científica,
al final de la II Guerra Mundial, los sociólogos e historiadores de
la ciencia elaboraron el concepto de ‘colegio invisible’ para captar el sistema
de autoridades de una especialidad o disciplina y desarrollaron la hipótesis de
que las citas entre científicos permitirían analizar el grado
de reconocimiento y los lazos no visibles en una comunidad de
investigación. El alcance de la idea era limitado y relativo a disciplinas
y temas de investigación.
Paralelamente, Eugene Garfield, un químico
obsesionado por la información, desarrolló, en la década de los 50, el conocido
indicador de ‘factor de impacto’ de una publicación que halla la media
de citas de los artículos publicados en los dos últimos años de una revista.
Fundó el Instituto para la Información Científica (ISI) que comenzó a publicar
el Journal Citations Report (JCR), con el objetivo de que las
bibliotecas tuviesen información sobre qué revistas suscribir en cada campo
científico.
El ISI entró en bancarrota y pasó por un par de
instituciones hasta que fue comprado por la sociedad de capital riesgo Barin
Private Equity Asia, que creo la empresa de servicios Clarivate Analytics,que
posee el mayor banco de datos de producción científica y, a su
vez, creó la Web of Science, en la que el factor de impacto es el
gran indicador.
El tercer paso en la producción de este enorme ‘efecto
cobra’ fue la liberalización de la educación superior en los acuerdos de la
General Agreement on Trade in Services (dentro de la Organización Mundial de
Comercio). Estos implicaban una regulación mundial para homogeneizar los
sistemas universitarios, que pasaron de ser formación o educación a servicios
educativos.
En Europa, el sistema Bolonia de
homogeneización fue una de las etapas de esa liberalización. El efecto fue
crear un mercado mundial de servicios educativos que exigía un sistema de información
también mundial. Y así nacieron, primero, el ranking Shanghai
y, luego, el Times Higher Education y otros ligados a diversos grupos de
comunicación. Estos ordenamientos emplean diversos indicadores,
pero el factor de impacto de las publicaciones sigue siendo central.
La convergencia de las tres ideas convirtió a las
clasificaciones en sistemas de evaluación que han generado un ‘efecto cobra’
sistémico en la gestión de la ciencia y de la educación superior.
La publicación por la publicación
Todo este proceso nace de distorsiones que, por más que se
han sido criticadas por los especialistas en indicadores, no ha habido forma de
controlar. Una creciente suma de declaraciones de instituciones científicas han
abogado por el abandono del factor de impacto como medidor del
rendimiento personal y como medida de calidad científica. Aunque se ha
sustituido progresivamente por indicadores relativizados, como es el de
cuartiles, la base causal sigue siendo la base de la evaluación.
Mucho más grave ha sido la perversión que ha generado el
sistema mundial de investigación: por un lado, ha producido la cultura de la
publicación por la publicación. En segundo lugar, ha producido la concentración
y el oligopolio de las publicaciones en unas cuantas empresas que acogen a su
vez prácticas internas de las revistas para subir en los escalones. En tercer y
más nefasto puesto está la perversión de las gerencias de las universidades
convertidas en empresas de servicios de títulos cuyo valor de mercado es el del
puesto en el ranking.
Que este inmenso ‘efecto cobra’ se basase en hipótesis
controvertidas y discutibles no ha impedido la creación de la burbuja
educativa superior como una de las estructuras básicas de la
globalización económica actual y de las nuevas geoestrategias de competencia
mundial.
[1] Publicado originalmente en: Sinc – Ciencia contada en español el 24/04/2023. Ver aquí.
Publicado bajo una Licencia Creative Commons 4.0
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