viernes, 5 de mayo de 2023

Citas selectas en antropología: EDUARDO VIVEIROS DE CASTRO Y LA DEPRECIACIÓN DEL ‘RADICALISMO POLÍTICO’ EN LA ANTROPOLOGÍA CONTEMPORÁNEA

 CITAS SELECTAS EN ANTROPOLOGÍA

 Eduardo Viveiros de Castro y la depreciación del ‘radicalismo político’ en la antropología contemporánea

 
Fernando Alberto Balbi (FFyL-UBA / CONICET)


El pensador. Fotografía de Claude Lévi-Strauss, 1938
(Dominio público; fuente: https://journals.openedition.org/jsa/docannexe/image/10555/img-12.jpg)

Hoy, en nuestra sección Citas selectas en antropología, transcribimos y comentamos algunos fragmentos de “Metafísicas caníbales. Líneas de antropología posestructural”, de EDUARDO VIVEIROS DE CASTRO (Katz Editores, Buenos Aires, 2010, pp. 13 a 17).[1] Escribe Viveiros:

«(...) ¿qué les debe conceptualmente la antropología a los pueblos que estudia? Las implicaciones de esa pregunta sin duda se percibirán con más claridad si abordamos el problema por la otra punta. ¿Las diferencias y las mutaciones internas de la teoría antropológica se explican principalmente (y desde el punto de vista histórico-crítico exclusivamente) por las estructuras y las coyunturas de las formaciones sociales, de los debates ideológicos, de los campos intelectuales y de los contextos académicos de los que surgieron los investigadores? ¿Es ésa la única hipótesis pertinente? ¿No sería posible proceder a un desplazamiento de la perspectiva que muestre que los más interesantes entre los conceptos, los problemas, las entidades y los agentes introducidos por las teorías antropológicas tienen su origen en la capacidad imaginativa de las sociedades (o los pueblos, o los colectivos) que se proponen explicar? ¿No será allí donde reside la originalidad de la antropología, en esa alianza, siempre equívoca, pero con frecuencia fecunda, entre las concepciones y las prácticas provenientes de los mundos del "sujeto" y del "objeto"?

 

La pregunta (...) es entonces epistemológica, es decir, política. Si todos estamos más o menos de acuerdo en decir que la antropología, a pesar de que el colonialismo constituye uno de sus a priori históricos, hoy parece estar en vías de cerrar su ciclo kármico, entonces es preciso aceptar que es hora de radicalizar el proceso de reconstitución de la disciplina llevándolo hasta su fin. La antropología está lista para aceptar íntegramente su nueva misión, la de ser la teoría práctica de la descolonización permanente del pensamiento.

 

Pero es posible que no estemos todos de acuerdo. Hay quienes todavía creen que la antropología es el espejo de la sociedad. No, ciertamente, el de las sociedades que dice estudiar ―ya no somos tan ingenuos (aunque...)―, sino de aquellas en cuyas entrañas fue engendrado su proyecto intelectual Es conocida la popularidad de que goza, en ciertos círculos, la tesis según la cual la antropología exotista y primitivista de nacimiento, no puede ser otra cosa que un teatro perverso en el que el "otro" siempre es "representado" o "inventado" de acuerdo con los sórdidos intereses de Occidente.

 

(...)

 

Por el contrario, una verdadera antropología "nos devuelve de nosotros mismos una imagen en la que no nos reconocemos" (Maniglier, 2005b: 773-774), pues lo que toda experiencia de otra cultura nos ofrece es una oportunidad de realizar una experimentación sobre nuestra, propia cultura; mucho más que una variación imaginaria, una puesta en variación de nuestra imaginación. Es preciso extraer todas las consecuencias de la idea de que las sociedades y las culturas que constituyen el objeto de la investigación antropológica influyen, o para decirlo claramente coproducen, las teorías sobre la sociedad y la cultura formuladas a partir de esas investigaciones. Negar eso es aceptar un constructivismo de sentido único (...).


La posición que se sostiene aquí, por el contrario, afirma que la antropología debe permanecer al aire libre; que debe continuar siendo un arte de las distancias, y mantenerse alejada de los recovecos irónicos del alma occidental (si el Occidente es una abstracción, su alma definitivamente no lo es); que debe ser fiel al proyecto de exteriorización de la razón que siempre la ha empujado, en forma insistente ―con demasiada frecuencia muy a su pesar― a salir del ambiente sofocante del Mismo. La viabilidad de una auténtica endo-antropología ―aspiración que hoy, por múltiples razones, se encuentra en el orden del día de la agenda disciplinaria― depende así, en forma crucial, de la ventilación teórica favorecida desde siempre por la exo-antropología, ciencia "de campo" en el sentido verdaderamente importante.»

No podemos menos que simpatizar con las ironías de Viveiros sobre los constructivismos posmodernos y las variantes más empobrecidas de la antropología decolonial (que se entienden mejor leyendo el texto completo). Sin embargo, pensamos que la propuesta de Viveiros ―que hoy se encuentra tan de moda― es tan preocupante como la ‘manía’ autorreferencial y la reducción de los problemas analíticos, políticos y éticos de la disciplina a la escritura y la retórica que se extendieron tanto entre fines de los setenta y los noventa. Es más: la supuesta “radicalización del proceso de reconstitución de la disciplina” que propone el autor no es menos autorreferencial que aquellos devaneos posmodernos: en efecto, si la gran pregunta “política” que cabe que nos hagamos los antropólogos es la referida al lugar “donde reside la originalidad de la antropología”, entonces quiere decir que nuestras preocupaciones políticas no tienen realmente otro fin que el de determinar o reconfigurar el estatus de nuestra propia disciplina. No en vano, como escribe más adelante Viveiros (p. 23), “se trata de restablecer cierta conexión entre la antropología y la filosofía”, cosa que se lograría mediante el recurso señalado en uno de los pasajes de nuestra cita: que la antropología se mantenga “fiel al proyecto de exteriorización de la razón que siempre la ha empujado” para poder realizar una “auto-antropología”, una “experimentación sobre nuestra, propia cultura” a través de la “exo-antropología”, del desarrollo de investigaciones de campo entre otras sociedades o poblaciones (que, en el trabajo del propio Viveiros, son las amazónicas).

Entonces, en una nueva versión del ‘programa’ de la antropología clásica (es decir, de los intentos desarrollados por nuestros colegas de la primera mitad del siglo pasado para establecer el lugar de nuestra disciplina en el marco de la división del trabajo académico), de lo que se trata es de conocernos a nosotros mismos a través del trabajo con los ‘otros’, aunque ahora ‘reconociendo’ que nuestra productividad deviene de la “imaginación creativa” de esos otros. Nos preguntamos: ¿puede sostenerse seriamente que estas son la pregunta y la respuesta ‘políticas’ que necesitamos plantearnos como disciplina? y, en especial, ¿cómo puede esto ser dicho desde el lugar de enunciación de un antropólogo que trabaja con pueblos ‘otros’ que, al estar insertos en el capitalismo y en Estados-nación, se encuentran sistemáticamente despojados, explotados, privados del efectivo ejercicio de sus derechos y, en particular, sometidos a flagrantes violaciones de sus derechos humanos?

La respuesta a estas dudas, pensamos, seguramente remite a algo que Viveiros ejerce con entusiasmo pero difícilmente aborda de manera explícita: un profundo academicismo, una muy acabada y francamente acrítica inserción en los ámbitos institucionales hegemónicos de las academias centrales de nuestra disciplina. Se trata, precisamente, de un espacio donde predomina una tendencia general (que asume formas variadas) hacia la reinvención de la antropología como una ciencia decididamente centrada en el trabajo etnográfico con pueblos ‘no occidentales’, a su tratamiento en términos fuertemente particularistas (ya sea bajo formas culturalistas u ‘ontológicas’) y a la pretensión de que la antropología debe relacionarse estrechamente con la filosofía, tornarse en una forma de esta o, incluso, constituirse en un camino para su superación. Esta tendencia, creemos, no es sino una reacción defensiva de las academias centrales (y sus asociados periféricos), un retroceso más o menos consciente hacia formas de producción, estilos discursivos y aparatos conceptuales lo bastante  esotéricos y alejados del barro del mundo ‘real’ como para poder sostener un espacio profesional propio, libre de la incómoda ‘competencia’ con todas las demás disciplinas que desde mediados del siglo pasado han invadido el terreno que antaño los antropólogos supieron reclamar como propio.

 El precio de esta estrategia ―y, a la vez, su módico aporte a la continuidad de la ‘realidad’ histórica a la que tiende a dar la espalda― es, como escriben Lucas Bessire y David Bond[2] refiriéndose a la ‘antropología ontológica’, la “postergación de la crítica”. En efecto, como bien lo observan Alex Martins Moraes y Juliana Mesomo,[3] Viveiros “termina decretando, en la práctica, el fin de la política”, ya que, de hecho, solamente se ocupa del ‘pensamiento’ de los ‘otros’ y de lo que la ‘teoría antropológica’ le debería. No es en vano, en este sentido, que Viveiros reivindica en nuestra larga cita la capacidad imaginativa “de las sociedades (o los pueblos, o los colectivos)”: así, todo lo que resta en su antropología de esos seres humanos concretos que viven en condiciones de desigualdad social e históricamente producidas es su pensamiento, entendido como colectivo, que supuestamente deberíamos tomar como el insumo fundamental de la “reconstitución de antropología” que propone el autor. El academicismo, el corporativismo profesional y un profundo elitismo se dan las manos para llevar la antropología a lo alto de una torre que quizás no sea de marfil, pero, al menos, estará a salvo de las miradas escrutadores de los colegas de disciplinas más reconocidas. Una torre, además, lo bastante alta y aislada como para que, desde allí, se pueda pensar que el movimiento desplegado por cierta antropología hegemónica para asegurarse un rinconcito bien protegido en el mundo académico es, en realidad, una forma de ‘radicalismo político’: si nuestra forma de sobrevivir como disciplina y como profesionales es mirarnos el ombligo –parecen pensar los Viveiros de la antropología actual– tratemos de lograr, por lo menos, que sea un ombligo prestigiado.

 Huelga decir que esto que escribimos es materia de opinión. Los invitamos a buscar y leer ―si todavía no lo han hecho― el libro de Viveiros, así como los interesantes textos de Bessire y Bond, y de Moraes y Mesomo para seguir pensando estos temas.


Notas

[1] Disponible en: https://ia800308.us.archive.org/10/items/orejainculta-antropologia-sonora/Viveiros-de-Castro-Metafisicas-canibales-pdf.pdf

[2] BESSIRE, L. and BOND, D. (2014): “Ontological anthropology and the deferral of critique.” American Ethnologist, 41: 440-456. Disponible en: https://doi.org/10.1111/amet.12083

[3] MORAES, Alez Martins, y MESOMO, Juliana Feronatto (2017):  “Política e (in)disciplina. ¿Por qué Viveiros de Castro nos conmueve?”. Tabula Rasa, 27: 483-497. Disponible en: https://doi.org/10.25058/20112742.461

Publicado originalmente en la página de Facebook ‘Antropología: social’, el 09/08/2017.

 

POTLACH – Antropología y Política - ISSN 2953-5891

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