viernes, 12 de mayo de 2023

Traducciones: "SISTEMAS DE CONSANGUINIDAD Y AFINIDAD DE LA FAMILIA HUMANA", de L. H. MORGAN (Primera de tres partes)

No caben dudas de que pocos autores han tenido una influencia tan decisiva en el desarrollo de la antropología sociocultural como LEWIS HENRY MORGAN. Por un lado, puede decirse que toda la antropología cultural norteamericana se desarrolló en función del rechazo boasiano de la versión del evolucionismo elaborada por Morgan. Por otro —y esto nos parece lo más importante—, su ‘descubrimiento’ de la terminología de parentesco clasificatoria de los iroqueses, que primero creyó exclusiva de ese pueblo y luego comprobó que era una versión de un tipo de terminología presente entre todos los pueblos nativos de Norteamérica, y su intento de desarrollar una amplia visión comparativa de los sistemas de parentesco —concretado en el libro Systems of consanguinity and affinity of the human family, que publicó en 1871— supusieron la instalación de éste como el primer ‘gran tema’ de nuestra disciplina, lugar del que no sería desplazado hasta más de un siglo más tarde, con la irrupción del relativismo radical de David Schneider.

A pesar de la centralidad del autor y de su libro, Systems... no ha sido traducido al castellano, hecho que dificulta la adecuada enseñanza de los abordajes antropológicos del parentesco. Atendiendo a este déficit, Potlach – Antropología y política publica, en tres entradas separadas, el Prefacio y los dos primeros capítulos de la Primera Parte de Systems..., en traducción de la colega Julieta Gaztañaga.


Lewis Henry Morgan
(Dominio público; fuente: http://www.rochesterhistory.org/founders.htm) 

TRADUCCIONES

(Primera de tres partes)

Sistemas de consanguinidad y afinidad de la familia humana[1]

(Prefacio; Primera parte, capítulos I y II)


Lewis Henry Morgan

Traducción: Julieta Gaztañaga

(FFyL y FSoc-UBA / CONICET)


Prefacio

La filología ha provisto un admirable instrumento para la clasificación de las naciones en familias  sobre las bases de las afinidades lingüísticas. Una comparación de los vocablos y las formas gramaticales de ciertos lenguajes las ha mostrado ser  dialectos de un lenguaje común, y a estos dialectos, bajo un nombre común, han sido así  restituidos a su unidad original como familia de lenguajes.  De esta manera y a través de esta mediación,  las naciones de la Tierra han sido reducidas, con mayor o menor certeza, a un pequeño número de familias independientes.

Algunas de estas familias han sido definitivamente más circunscriptas que otras. Los lenguajes ario y semítico han sido exitosamente trazados en sus límites, y los pueblos que hablan cada uno de ellos son reconocidos ahora como familias en el propio y estricto sentido del término.  De los que quedan, el Turaniano constituye una gran reunión de naciones reunidas por delgadas afinidades antes que una familia en sentido ario o semítico. Respecto del lenguaje malayo, éste se aproxima a los standards exactos, aunque sus divisiones principales están signadas por diferencias considerables. El lenguaje chino y sus parientes, como las lenguas monosilábicas, probablemente se sitúan en campos lingüísticos más que distinguirse como familia independiente de lenguajes. De otra parte, los dialectos y la variedad de lenguajes de los aborígenes americanos aún no han sido explorados con suficiente minuciosidad como para determinar si derivan de un lenguaje común. Hasta donde se han hecho las comparaciones, han sido encontrados acordes a un plan general y en su estructura gramática.

Los remarcables resultados de la filología comparativa y la eficiencia del método con el cual procede como ciencia proveen la seguridad de que todas las naciones humanas se reducirán a familias claramente circunscriptas como la aria y la semítica. Pero es probable, como finalmente ha sido determinado, que el número de estas familias exceda considerablemente al número reconocido hoy. Cuando este trabajo de filología haya sido completado, la cuestión versará sobre si la conexión  de algunas dos o más de estas familias puede ser determinada a partir del material lingüístico. Un resultado como éste no es improbable, aunque en el presente ningún análisis de lenguaje, aunque meticulosos y profundo, haya sido capaz de cruzar la barrera que separa el lenguaje ario del semítico -y estos son los más cabalmente explorados-, ni de descubrir el proceso por el cual, si originalmente derivan de un lenguaje común, se han vuelto radicalmente distintos en sus formas últimas. Es con especial referencia a esta conexión que los sistemas de consanguinidad y afinidad de varias familias humanas podrían responder estas preguntas vitales, tal es la investigación emprendida cuyos resultados están contenidos en este volumen.

Es en los sistemas de relaciones de las grandes familias de la humanidad donde son depositados y preservados algunos de los más antiguos memoriales del pensamiento humano y la experiencia. Estos sistemas han sido trasmitidos a través de los canales de la sangre desde las edades más tempranas de la existencia del hombre sobre la Tierra revelando ciertos cambios definidos y progresivos con el crecimiento de la experiencia del hombre durante las edades del barbarismo. La evidencia delineada por la comparación de las formas que ahora prevalecen en diferentes familias está dirigida a llegar a estas conclusiones.

Todas las formas así descubiertas se resuelven en sí mismas, en un sentido comprensivo, en dos: la descriptiva y la clasificatoria, las cuales son el reverso de cada una en sus concepciones fundamentales. Como sistemas de consanguinidad cada una contiene un plan, para la descripción y la clasificación de la parentela, una clasificación que constituyó un acto de inteligencia y conocimiento. Ascienden por la cadena de derivación a una antigüedad remota, desde la cual, como formas definidas y cristalizadas, comienza su propagación. Si como formas orgánicas, son capaces de cruzar la línea de la demarcación que separa una familia de otra, de la complaciente evidencia de la conexión étnica entre tales familias dependerá la estabilidad de estas formas y su poder de auto-perpetuación en los flujos de la sangre a través de períodos indefinidos de tiempo. Para el propósito de determinar a través de amplios exámenes si estos sistemas poseen tales atributos,  la investigación ha sido extendida sobre un terreno lo suficientemente vasto como para abarcar cuatro quintos (4/5) y más, numéricamente, de toda la familia humana. Los resultados están volcados en las Tablas.

Una comparación de los sistemas de parentesco y un cuidadosos estudio acerca de los ligeros pero claramente marcados cambios a través de los cuales han pasado, de repente ha permitido recuperar, conjeturalmente en definitiva,  la gran serie o secuencia de costumbres e instituciones que marcan la senda del progreso del hombre a través de las época del barbarismo; y que significa que el hombre ha ascendido desde un estado de promiscuidad  hasta uno de civilización. El lector en general podrá alarmarse por la principal inferencia delineada a partir del sistema de parentesco clasificatorio, es decir, que se origina en el intermatrimonio de hermanos y hermanas en la familia comunal, y que ese fue el estado normal del matrimonio, y de la familia, durante la parte temprana de las inconmensurables épocas del barbarismo. Sin embargo, la evidencia que soporta esta conclusión parece ser decisiva. Aunque es difícil imaginarse el extremo del barbarismo y que presupone esa costumbre, es una presunción razonable pensar que el progreso para atravesar y salir del barbarismo lo hizo a través de sucesivos estadios de avance y a través de grandes movimientos reformadores. Realmente, parece probable que el progreso de la humanidad fuese mayor en grados y en el alcance de su recorrido en las edades del barbarismo que desde lo ha sido desde las edades de la civilización; y esto fue algo más duro, incierto y más intenso de alcanzar frente a lo que ha sido desde que alcanzamos el presente estatus. La civilización debe ser vista como el fruto, el premio final, de la vasta y variada experiencia de la humanidad en las épocas del barbarismo. Las experiencias de ambas condiciones conforman los eslabones sucesivos de una cadena donde no podemos interpretar uno sin el otro. Este sistema de parentesco, en lugar de repugnar la mente, devela con sensible claridad, “el fondo del hoyo desde donde [hemos] cavado” con la buena providencia de Dios.

Un gran número de naciones inferiores no están representadas en las Tablas y  en este sentido la exposición es incompleta. Pero se considera que están ordenadas en una escala lo suficientemente comprensiva como para determinar dos cuestiones principales. Primero, si  un sistema de relaciones puede ser empleado independientemente como un fundamento para la clasificación de las naciones en familias, y segundo, si los sistemas de dos o más familias así constituidas pueden dar testimonio decisivo en lo concerniente a la conexión étnica de tales familias cuando se encuentran en áreas disconexas. Si para estos propósitos, sus usos se mostrasen afirmativos, no sería difícil extender la investigación a las naciones restantes.

En el progreso de la investigación se vuelve necesario separar de la familia turaniana a las variedades turca y finlandesa, y erigirlas en una familia independiente. Se encontró que poseen un sistema de relaciones fundamentalmente diferente de aquel que prevalece en las principales ramas de la división sureña que estrictamente está en la cabeza de la familia. La nueva familia, que por las razones mencionadas me aventuré a construir, la he denominado uraliana. Al mismo tiempo la familia china ha retornado a la familia turaniana sobre el fundamento de poseer sustancialmente el sistema de consanguinidad turaniano. En la clasificación recibida de las naciones asiáticas aún necesitó verse desde la misma consideración otra innovación. La porción de gente de la India que habla el idioma Gaura ha sido transferida desde la familia aria a la turaniana, donde los ubica su sistema de consanguinidad. Aunque el 90 % de los vocablos de cada uno de los dialectos  de estos lenguajes son sánscritos, contra el 10 % de lengua aborigen, tanto la gramática como el sistema de relaciones siguen la forma original. Si la estructura gramatical es la ley que gobierna la clasificación de los dialectos y la variedad de lenguajes, y es uno de los cánones aceptables de filología, entonces los “Dialectos de la India” tal como son llamados en la Tabla Genealógica de las familia de lenguajes arios, no pertenece por esta razón propiamente en esta conexión pero sí a la familia turaniana. Su sistema de parentesco que ha seguido las preponderancias de los números o de la sangre, es también turanianio en forma aunque muy modificado por la influencia sánscrita. El pueblo sánscrito de la India, no obstante su descendencia aria, y la probable pureza de su sangre en el presente, han sido, en un sentido lingüístico, absorbidos en una variedad aborigen. Habiendo perdido su lengua nativa, que se ha vuelto una lengua muerta, se han visto compelidos a adoptar los idiomas vernáculos de los bárbaros a quienes conquistaron, y contentarse con proveer del opulento sánscrito, el cuerpo de vocablos, mientras que el resto y la gramática fueron derivados del lenguaje aborigen. Si son rescatados de esta clasificación debe ser a través de razones independientes de su presente sistema de lenguaje y de consanguinidad.

Rochester, New York, enero de 1886.


Agradecimientos

En cuanto a los materiales a partir de los cuales se construyeron las tablas, estoy endeudado en escala tal que supera en mucho mi capacidad de dar un reconocimiento suficiente. Los nombres adjuntados a las listas de los inventarios darán alguna impresión de la extensión en quienes en los países extranjeros deben haber contribuido, así como los que han sido fastidiados, a través de las intrincadas y elaboradas formas en que fueron solicitados para investigar, desarrollando sistemáticamente un inventario sobre las preguntas impresas. Sin  su cooperación así como la gratuidad de su labor hubiera sido imposible presentar las tablas con excepción a las relativas a las naciones indígenas americanas. Cada inventario debería ser recibido como una contribución separada de la persona gracias a quién se hizo, y el crédito de esta información contiene una deuda para con ella. Sin pretender hacer diferencias, al menos entre todos, deseo mencionar el hecho de que la gran mayoría de los formularios extranjeros fueron completados por misioneros americanos. No hay ninguna clase de hombre sobre la Tierra, bien que considerados como los académicos, los filántropos o como  caballeros, que hayan ganado para si mismos una reputación más distinguida. Sus labores, su abnegación y su esfuerzo en el trabajo al que devotamente han destinado su tiempo y sus grandes habilidades, son dignas de admiración. Sus contribuciones a la historia, a la etnología, a la filología, a la geografía y a la literatura religiosa configuran un monumento duradero a su fama.

También estoy en deuda con con S. B. Treat, D. D., Secretario de la Junta Americana de los Comisionados de las Misiones Americanas; con Hon. Walter Lowrie, Secretario de la Junta de Misiones de la Iglesia Presbiteriana, con J. G. Warren, D. D.,  de la Unión Americana de Misioneros Bautistas; y con el Reverendo Philip Peltz, Secretario de la Junta de Misiones de la Iglesia Reformada Holandesa Americana, por su cooperación y por las facilidades con que me ayudaron durante la prolongada correspondencia con los misioneros de sus juntas respectivas.

Especialmente estoy en deuda con el Instituto Smithoniano por la cooperación eficiente en procurarme materiales para este trabajo.

Con el fallecido Hon. Lewis Cass, Secretario de Estado de EE.UU. y con su sucesor inmediato, Hon. William H. Seward, también tengo la grandísima obligación de elogiar por esta investigación a los representantes diplomáticos y consulares de los EE.UU. en los países extranjeros; y por las facilidades del gobierno mientras mantuve con ellos una equivalentemente extendida correspondencia.

Entre muchos otros a quienes debo mencionar no puedo omitir los nombres de mis amigos, J. H. McIlvaine, D. D., del Colegio de New Jersey, quien ha estado familiarizado con la naturaleza y con los objetivos de esta investigación desde sus comienzos, y de quien recibí sugerencias importantes; Chester Dewey, D. D., de la Universidad de Rochester, ahora un octogenario, pero con interminable placer por el conocimiento en todas sus formas, cuyas advertencias amistosas he tenido el frecuente privilegio de aceptar; y Samuel P. Ely, Esq. de Marquette, en cuyo hospitalario hogar en Lake Superior fue estructurado el plan para proseguir esta investigación.

Hay aún otra clase de personas para quienes mis obligaciones no son pocas, son los indoamericanos nativos de las diferentes naciones, hombres y mujeres, quienes por natural humanidad de corazón y para gratificar los deseos de un extranjero me han dado su tiempo y su atención durante horas y hasta durante días, en lo que para ellos debe haber habido una tediosa y poco placentera labor. Sin la información que obtuve de ellos hubiera sido totalmente imposible presentar el sistema de relaciones  de la familia India.  


Nota

[1] Systems of consanguinity and affinity of the human family. Smithsonian Contributions to Knowledge, Vol. XVII. Washington, Smithsonian Institution, 1871. (Este texto se encuentra bajo Dominio Público en su país de origen —los Estados Unidos de América— porque fue publicado antes de 1 de enero de 1928).


Publicado bajo una Licencia Creative Commons Atribución/Reconocimiento-NoComercial 4.0 — CC BY-NC-SA 4.0

POTLACH – Antropología y Política - ISSN 2953-5891

En nuestra próxima entrada, el Capítulo I de la Primera Parte.

Lea también el Capítulo II de la Primera Parte.


No hay comentarios.:

Publicar un comentario