martes, 16 de mayo de 2023

Traducciones: "SISTEMAS DE CONSANGUINIDAD Y AFINIDAD DE LA FAMILIA HUMANA", de L. H. MORGAN (Tercera y última parte)

No caben dudas de que pocos autores han tenido una influencia tan decisiva en el desarrollo de la antropología sociocultural como LEWIS HENRY MORGAN. Por un lado, puede decirse que toda la antropología cultural norteamericana se desarrolló en función del rechazo boasiano de la versión del evolucionismo elaborada por Morgan. Por otro —y esto nos parece lo más importante—, su ‘descubrimiento’ de la terminología de parentesco clasificatoria de los iroqueses, que primero creyó exclusiva de ese pueblo y luego comprobó que era una versión de un tipo de terminología presente entre todos los pueblos nativos de Norteamérica, y su intento de desarrollar una amplia visión comparativa de los sistemas de parentesco —concretado en el libro Systems of consanguinity and affinity of the human family, que publicó en 1871— supusieron la instalación de éste como el primer ‘gran tema’ de nuestra disciplina, lugar del que no sería desplazado hasta más de un siglo más tarde, con la irrupción del relativismo radical de David Schneider.

A pesar de la centralidad del autor y de su libro, Systems... no ha sido traducido al castellano, hecho que dificulta la adecuada enseñanza de los abordajes antropológicos del parentesco. Atendiendo a este déficit, Potlach – Antropología y política publica, en tres entradas separadas, el Prefacio y los dos primeros capítulos de la Primera Parte de Systems..., en traducción de la colega Julieta Gaztañaga. A continuación, les ofrecemos la tercera y última entrega de esta serie.


Uno de los diagramas de consanguinidad entre los seneca-iroqueses incluídos en el libro; corresponde
 a la línea lineal y a la segunda, tercera y cuarta líneas colaterales, por las vías masculina y femenina,
 de los parientes del lado de la madre de Ego (un varón). (Fotografía: Fernando Alberto Balbi)

TRADUCCIONES

(Tercera y última parte)

Sistemas de consanguinidad y afinidad de la familia humana[1]


(Prefacio, Capítulos I y II de la Primera Parte)


PRIMERA PARTE

Sistema de relaciones descriptivo. Familias Aria, Semítica y Uraniana.


Capítulo II: Observaciones generales sobre los sistemas de relaciones


Lewis Henry Morgan

Traducción: Julieta Gaztañaga

(FFyL y FSoc-UBA / CONICET)



Al considerar los elementos de un sistema de consanguinidad, la existencia del matrimonio entre parejas solteras debe asumirse. El matrimonio forma las bases del parentesco. En el progreso de la investigación se volverá necesario considerar a un sistema así basado como fluctuante y acaso totalmente deficiente. La asunción alternativa a esta sería que esencialmente incluya todos los elementos en sus relaciones prácticas. La conexión natural y necesaria de la consanguinidad con cada uno sería la misma en ambos casos, pero con la diferencia de que en el primero las líneas de la descendencia de padre a hijo serían conocidas mientras que en el segundo, en mayor o menor medida, serían incapaces de determinarse. Estas consideraciones podrían afectar la forma del sistema de consanguinidad.

Las relaciones familiares son tan antiguas como la familia. Existen en virtud de la ley de derivación que está expresada por la perpetuación de las especies a través de la relación matrimonial. Un sistema de consanguinidad que se funda en una comunidad de sangre es sólo la expresión formal y reconocida de estas relaciones. Alrededor de cada persona hay un círculo o grupo de parientes del cual esa persona es el centro, el ego, de quien el grado de parentesco está calculado y a quien retorna el parentesco mismo. Por encima de él están su padre y su madre y sus ascendentes, debajo de él están sus hijos y sus descendientes; mientras que sobre el mismo lado están sus hermanos y hermanas y sus descendientes, y los hermanos y hermanas de su padre y su madre y sus descendientes, como una gran cantidad de parientes colaterales que descienden de ancestros comunes aún más remotos. Para él están más cercanos en grados más que otros individuos de la nación entera. Una disposición formal de los parientes de sangre más inmediatos en líneas de descendencia con la adopción de algún método para distinguir un pariente de otro, y expresar el valor de la relación, sería uno de los más tempranos actos de inteligencia humana.

Si la investigación debiera hacerse sobre cuánto sugiere la naturaleza sobre un método uniforme o un plan para la discriminación de las varias relaciones, y para la disposición de la parentela en distintas líneas de descendencia, la respuesta sería difícil a menos que asumiéramos primero que el matrimonio entre parejas solteras siempre existió, dejando definidas así las líneas del parentesco.  Establecido, o asumido este punto, encontraremos un sistema natural, numérico subyaciendo a cualquier forma que el hombre pueda inventar, y que descansando sobre un ordenamiento de la naturaleza fuera tanto universal como inmodificable. Todos los descendientes de una pareja original, a través de parejas intermedias están con cada uno de los otros en grados fijos de proximidad, los cercanos o los lejanos lo que es mera materia de cómputo. Si ascendemos desde un ancestro a otro en la línea descendente y nuevamente descendemos a través de varias líneas colaterales hasta que el ancho del círculo de parientes circunscriba millones de vivos y muertos, todos estos individuos, en virtud de su descendencia de ancestros comunes están ligados a ego por la cadena de la consanguinidad.

Las relaciones de sangre para las que se han asignado términos específicos, son pocos  en el sistema de la familia aria. Ellos son abuelo y abuela, padre y madre, hermano y hermana, hijo e hija, nieto y nieta, tío y tía, sobrino y sobrina, y primo. Los más remotos en grado son descriptos por medio de un aumento o por una combinación de estos términos. Aquellos de grado más lejano son descriptos, ya sea como estos últimos o por una combinación de estos términos. Luego de esto están las relaciones de afinidad o por matrimonio que son esposo y esposa, suegro y suegra, yerno y nuera, cuñado y cuñada, padrastro y madrastra, hijastro e hijastra, hrmanastro y hermanastra; juntos según cada uno de los esposos y esposas de sangre emparentada reciben la designación correspondiente por cortesía. Estos términos son apenas suficientes para indicar específicamente las relaciones más cercanas dejando un gran número a ser descriptas por medio de la combinación de términos.

Tan familiares son estas antiguas palabras domesticas y las relaciones que indican que una clasificación de la parentela por medio de ellas, de acuerdo a sus grados de cercanía, no sólo parecería ser una empresa simple sino que, una vez completa, también parecería no contener nada de interés más allá de su adaptación a responder una exigencia necesaria. Pero puesto que estos términos específicos son enteramente inadecuados para designar la parentela de una persona ya que sólo contienen en si mismos la parte menor del sistema.  Una disposición en líneas con frases descriptivas para designar cada pariente siguiente sin términos específicos se vuelve necesitada de ser completada. Según el modo de disposición y descripción pueden existir diversidades. Cada sistema de consanguinidad debe ser capaz de ascender y descender en la línea de descendencia a través de varios grados desde cualquier persona dada, y de especificar la relación de cada uno con ego, y también desde la descendencia, de entrar en las líneas colaterales, seguir y describir las relaciones colaterales a través de las generaciones sucesivas. Cuando desplegamos en detalle y examinamos, cada esquema de consanguinidad y afinidad se encontrará descansando sobre ideas definidas, para ser configurado tanto como si contuviese algún plan, y con referencia a fines particulares. En definitiva, un sistema de parentesco, originado en necesidad, es una institución doméstica  que sirve para organizar una familia por los lazos de la consanguinidad. Como tal, posee un grado de vitalidad y poder de autoperpetuación en relación a su cercanía a las necesidades primarias del hombre.

En un sentido general, como ha sido dicho en otra parte, hay dos formas radicalmente distintas de consanguinidad entre las naciones representadas en las tablas. Una de estas es la descriptiva y la otra la clasificatoria. La primera, la propia de las familias aria, semítica y uraliana, rechaza la clasificación de la parentela, salvo que sea tan lejana, de acuerdo con el sistema numérico, en la mayor parte describe colaterales consanguíneos por aumento o combinación de los términos primarios de parentesco. Estos términos que son esposo y esposa, hermano y hermano e hijo e hija a los que debe sumarse, en tanto tales lenguajes los posean, los de abuelo y abuela y nieto y nieta, son así  restringidos al sentido primario en que son empleados. Todos los otros términos son secundarios. Cada relación  es así de hecho independiente y distinta de las demás. Pero el segundo, el de las familias turaniana, india americana y malaya rechaza las frases descriptivas en cada instancia y reduce los consanguíneos a grandes clases por medio de series de generalizaciones aparentemente arbitrarias, y aplica los mismos términos para todos los miembros de la misma clase. Confundiendo entonces las relaciones que, bajo el sistema descriptivo son diferenciados y extiende la significación tanto del término primario como del secundario bajo su sentido aparentemente apropiado.

Si bien un número limitado de generalizaciones han sido desarrolladas en el sistema de las primeras familias mencionadas, que son seguidas por la introducción de términos especiales adicionales para expresar concretamente las relaciones así especializadas, aún el sistema es propiamente caracterizado como descriptivo y fue tal  originalmente. Como se verá a continuación, que la clasificación parcial de la parentela que ahora contiene está en armonía con los principios de la forma descriptiva y surge de ella legítimamente para el resto a que es conducido. Y esto se encuentra en concepciones enteramente disímiles de aquellas que gobiernan en la forma clasificatoria. Estas generalizaciones son imperfectas en algunos casos cuando las consideramos lógicamente; pero fueron designadas para realizar concretamente las relaciones precisas que las frases descriptivas sugieren por implicación. En el gaélico (escoceses) por ejemplo, no hay términos para tío o tía, sobrino o sobrina o primo, pero se describen como hermano del padre, hermano de la madre, hijo del hermano y así sucesivamente. Estas formas  de los celtas son por lo tanto puramente descriptivas. En muchos lenguajes arios existen términos para estas relaciones. Los hermanos de mi padre y los de mi madre en inglés son generalizados en una clase  y el término tío  es empleado para expresar su parentesco. Las relaciones con ego de las dos clases de personas son equivalentes  en su grado de cercanía pero no son los mismos en clase o tipo; por qué el método romano es preferible que emplee patruus para expresar al primero y avunculus para indicar el último. La frase “hermano del padre” describe una persona pero a su vez implica un vínculo de conexión que patruus expresa concretamente. En la misma manera, el hijo del hermano de mi padre, el hijo de la hermana de mi padre son ubicados equivalentes por una generalización similar y la relación está expresado por el término primo. Están en el mismo grado de cercanía pero se relacionan conmigo en cuatro formas diferentes. El uso de estos términos, sin embargo, no invade los principios del sistema descriptivo, aunque  intenta llevar a cabo los parentescos implicados de manera más simple. Por otra parte, en el sistema de la familia nombrada en último lugar, mientras que existen los términos correspondientes, su aplicación a personas particulares se basa en generalizaciones muy diferentes y son usados de una manera aparentemente arbitraria. Entre los Séneca-Iroqueses por ejemplo, el hermano de mi padre es mi padre. Bajo este sistema él esta en esta relación de parentesco y no en otra. Me refiero a él bajo el mismo término, Hä-nih’, que aplico a mi propio padre. El hermano de mi madre, por el contrario, es mi tío, Hoo-no’-seh, se aplica a quien de entre los dos este parentesco está restringido.  Nuevamente, si soy un hombre, el hijo de mi hermano es mi hijo, Ha-ah’-wuk, al igual que mi propio hijo, mientras que l hijo de mi hermana es mi sobrino, Ha-yã’-wan-da; pero si soy una mujer estas relaciones se revierten.  El hijo de mi hermano es mi sobrino  mientras que el hijo de mi hermana es mi hijo. Avanzando a la segunda línea colateral, el hijo del hermano de mi padre y la hija de la hermana de mi madre son mis hermanos y están en la misma relación de parentesco respecto mío que mi propio hermano; pero el hijo de la hermana de mi padre y la hijo del hermano de mi madre son mis primos. Las mismas relaciones son reconocidas bajo dos las dos formas pero las generalizaciones en que se basan son diferentes.

En el sistema de parentesco de las familias ario, semítico y  uraliana, las líneas colaterales se mantienen distintas y perpetuamente divergentes de la línea de descendencia, lo que resulta teórica y prácticamente, en una dispersión de sangre. El valor del parentesco de los consanguíneos colaterales está depreciado y finalmente perdido bajo el abrumador peso del método descriptivo. Por el contrario, en el de las familias turaniana, india americana y malaya, las líneas colaterales, lejanas y remotas, son traídas al interior y fundidas en la línea de descendencia, y así teórica aunque no prácticamente, previenen la dispersión de la sangre. Los parentescos colaterales, según este sentido, son apreciados y preservados. Esta fusión es, en la misma manera, una de las características del sistema clasificatorio. Cómo estas dos formas de consanguinidad tan diversas en sus concepciones fundamentales y tan disímiles en su estructura vienen a existir podría ser imposible de explicar completamente.  La primera cuestión a ser considerada se relaciona con la naturaleza de estas formas y su distribución étnica, luego de su indagación, su origen probable puede constituirse en una materia de investigación. Mientras la existencia de dos formas radicalmente distintas  aparecen para separar la familia humana, tanto como está representada en la tabla en dos grandes divisiones, la indoeuropea y la indoamericana, el mismo testimonio parece acercar a las familias que componen estas divisiones, sin impedir la suposición de que un punto común de partida entre los dos puede ser descubierta.  Si la evidencia depositada en estos sistemas de parentesco tiene en realidad a consolidar las familias nombradas en las dos grandes divisiones, es una tendencia en la dirección de la unidad de origen de no poca importancia.

Luego de que las diversas formas de consanguinidad y afinidad, que ahora prevalecen en las diferentes familias humanas han sido presentadas y discutidas, la pregunta importante se presenta ella misma, cuánto cambian estas formas con los cambio progresivos de la sociedad.  Los usos de los sistemas de relaciones para establecer la conexión genética de las naciones dependerán primero de la estructura del sistema y luego de la estabilidad de sus formas radicales. En forma y carácter deben ser capaces, una vez establecidas, de perpetuarse a través de periodos de tiempo indefinidos. La cuestión de su utilización debe volverse a la de la estabilidad de sus rasgos radicales. Desarrollo y modificación en gran medida son revelados en las tablas donde la comparación de formas se hace a gran escala, pero en un examen mayor se observará que estos cambios son más bien desarrollos de las concepciones fundamentales que están respectivamente en los fundamentos de los dos sistemas originales.

Hay un motivo poderoso que debería bajo ciertas circunstancias, tender a derribar  la forma clasificatoria y substituirla por la descriptiva pero esto ocurriría luego del logro la civilización. Esto es la herencia de los estados. Debería establecerse como premisa que los lazos parentales entre las naciones incivilizadas son una fuerte influencia para la protección mutua de las personas relacionadas. Entre las variedades nómadas especialmente, la respetabilidad de un individuo es medida en no poca medida por el número de sus parientes. Cuanto más amplio el círculo de parientes más amplía la seguridad de la protección,  en tanto  son guardianes naturales de sus derechos y los vengadores  de sus males. Fuera porque están designados o por otra cuestión, la forma turaniana de consanguinidad organiza la familia sobre una cantidad mayor. De otra parte un cambio gradual de una forma nomádica a una condición civilizada proveería el examen más severo a que un sistema de consanguinidad podría estar sujeto.  La protección de la ley o del estado vendría a sustituir  la de la parentela, pero los derechos de propiedad influenciarían con poder más efectivo al sistema de relaciones. Esta última consideración, que no se establecería hasta que los pueblos hubieran emergido del barbarismo, sería adecuada bajo otra causa conocida para efectuar un cambio radical en un sistema preexistente, si estos parentescos reconocidos anulasen la justicia natural en la herencia de la propiedad. En la sociedad tamiliana donde el hijo de mi hermano y el de mi primo son ambos mis hijos, un objetivo útil  habría sido subordinar a través de delinear más cercanamente, de esta manera, los lazos parentales; pero en un sentido civilizado sería manifiestamente injusto ubicar ambos hijos de estos colaterales en equivalencia con mi propio hijo para que hereden mi patrimonio. De aquí que el crecimiento de la propiedad y el arreglo de su distribución sería de esperar que dejara una más precisa discriminación de los variados grados de consanguinidad si fueron confundidos por el sistema previo.

Donde el sistema original, anterior a la civilización, fue descriptivo, la tendencia a la  modificación bajo la influencia del refinamiento sería en dirección de una más rigurosa separación de cada línea de descendencia y una descripción más sistemática de las personas emparentadas en cada uno. No sería necesario dejar al abandono los viejos términos como tampoco inventar nuevos.  Esto pertenece más tarde usualmente al período formativo de una lengua. Los términos viejos no son necesariamente distintos, pero se han vuelto muy desgastados a través del uso continuado tanto como para volver imposible la identificación de sus partes componentes. Mientras el crecimiento de las nomenclaturas de parentesco tienda a mostrar la dirección en que los sistemas existentes han sido modificados, parece ser incapaz de arrojar alguna luz sobre las cuestiones ya sea que una forma clasificatoria siempre cambia a una descriptiva o lo contrario. Es más difícil donde el sistema primitivo fue clasificatorio indagar la dirección probable de su cambio. Las naciones incivilizadas han quedado sustancialmente estacionarias en su condición a través de los siglos de su existencia, una circunstancia eminentemente favorable para la permanencia de sus instituciones domésticas. No es de suponer, sin embargo, que hayan resistido todas las modificaciones de su sistema de consanguinidad. La opulencia de la nomenclatura de las relaciones que es una característica de una gran porción de las naciones cuya forma es clasificatoria puede tender a mostrar que si cambia materialmente sería en dirección de una gran complejidad de clasificación. Es extremadamente difícil llegar a una conclusión general en estas cuestiones con referencia a cualquiera de las dos formas. Pero afirmaría que si un sistema original cambia materialmente luego de que había adoptado en el uso, seguramente lo haría en armonía  con las ideas y concepciones que incorporan, de los cuales los cambios serán más distantes y desarrollos lógicos.

No debería inferirse que estas formas de consanguinidad y afinidad son adoptadas modificadas o dejadas de lado por placer. Las tablas disipan enteramente tal suposición. Cuando un sistema se vuelca a su uso práctico, con su nomenclatura adoptada, y sus métodos de clasificación o de descripción establecidos, sería la naturaleza del caso algo muy lento de cambiar. Cada persona como ya  ha sido observado es el centro alrededor de quien se ordena un grupo de consanguíneos. Es mi padre, mi madre, mi hermano, mi hijo, mi tío, mi primo con todos y cada ser humano y por lo tanto cada uno esta compelido tanto a conocer como a usar el sistema prevaleciente. Es una necesidad actual para todos por igual en tanto cada parentesco es personal con ego. Un cambio de alguno de estas relaciones, o una subversión de alguno de estos términos para expresarlos, serían extremadamente difícil si no imposible; sería escasamente menos difícil extender o contraer el uso establecido de los términos en si mismos. La posibilidad de la permanencia se incrementa por el hecho de que estos sistemas existen por el uso antes que el estatuto legal, y por lo tanto el motivo para cambiar debe ser tan universal como el uso. Su utilización y preservación son depositadas en cada persona que habla el lenguaje común y su canal de transmisión es la sangre. De aquí que además de la estabilidad natural de las instituciones domésticas, haya razones especiales que contribuyen a su permanencia, lo que significa que no es improbable que sobrevivan a cambios de la condición social  lo suficientemente radicales para abatir las ideas primarias en que se originaron.

Una vez hechas estas exposiciones preliminares, nos proponemos explicar y comparar los sistemas de relaciones de las naciones y familias representadas en las tablas. Haciendo esto, el orden aquí adoptado será seguido invocando la paciente atención del lector, intentaré hacer esta tarea con tanta brevedad y claridad como sea capaz.

 

Nota

[1] Sistems of consanguinity and affinity of the human family. Smithsonian Contributions to Knowledge, Vol. XVII. Washington, Smithsonian Institution, 1871. (Este texto se encuentra bajo Dominio Público en su país de origen —los Estados Unidos de América— porque fue publicado antes del 1 de enero de 1928).


Publicado bajo una Licencia Creative Commons Atribución/Reconocimiento-NoComercial 4.0 — CC BY-NC-SA 4.0

POTLACH – Antropología y Política - ISSN 2953-5891

Lea aquí el Prefacio.

Lea aquí el Capítulo I de la Primera Parte.





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